Nunca pudo volar, aunque se creía pájaro. Su cuerpo tenía, por lo menos, algo de la silueta de un animal alado. Pero su cabeza parecía -era, fué- un reloj, sus patas no eran sino una base de un viejo motor y su cara no era más que partes de una máquina de escribir. Y era pesado, era de hierro. Sin embargo, lo esperanzaba esa posición de ave a punto de levantar vuelo...Aunque nunca lo haría...
Nada parecía tener sentido en esa abrumadora ciudad de los inmortales.
Quizás este objeto fue un “correcto” mecanismo útil para marcar el tiempo, pero ese mismo tiempo y el hastío de ser siempre lo mismo,
lo fue deformando en lo que es ahora.
Uno de los tantos ayudantes del Gran Hermano de George Orwell.
Todo lo veía, todo lo controlaba, todo lo informaba, todo lo captaba con sus antenas. Tomaba muestras con uno de sus brazos, mientras con el otro tomaba el tiempo.
Se encuentra disimulado en un mero candelabro o reloj. Dicen que tanto empresas como gobiernos utilizan nuevos inventos con el mismo fin.
Encontrado bajo escombros de la borgeana ciudad de los inmortales, donde la eternidad hacía que todos buscaran las liberadoras aguas del río que les devolviera la mortalidad. Donde el tiempo pasaba sin poder medirse precisamente - o donde no importaba- o más bien, donde se medía caprichosamente. Cuentan que en la ciudad de los inmortales nada tenía sentido, siendo terriblemente abrumadora la sensación de estar allí: escaleras invertidas o con peldaños de diferentes medidas, pasillos que conducían a puertas desproporcionadas que se abrían a la nada...personas que de tanto estar inmóviles tenían nidos de pájaros construidos en sus cuerpos. Era un castigo cruel la inmortalidad. Como alguien dijera después : "¿ Quién quiere vivir para siempre?"
Este objeto se supone que fue encontrado bajo una puerta derribada, con forma de trapecio y abierta en un techo. Aparentemente está construido con restos de antiguas maquinarias -tornos- y sanitarios. Tiene un sinsentido parámetro para medir un tiempo que no tenía sentido medir...
Intentó crear una máquina para manipular el tiempo, ya sea viajando o no. La máquina constaba de los siguientes elementos: filtros donde los supuestos componentes del tiempo se solidificaban en un vidrio; una brújula para controlar las coordenadas; un disco en el que marcaba el año deseado; un pequeño dínamo generador de una mínima energía; un reloj; una manivela para generar estática y un rudimentario dispositivo para girarlo de acuerdo a las necesidades.
Ahora..¿ Para qué manejar el tiempo? ¿Codicia? ¿Poder? ¿Para ver el futuro? No. ¿Para cambiar el pasado? Tal vez. ¿Para alterar el presente? Quién sabe…Pero fue premeditado el hecho de agregar la palanca que dice “retroceder”. Sí estaba seguro de algo: seguiría intentando por el resto de sus días que Caín y Abel no hubieran terminado así. Ni hace dos mil años, ni hace quinientos, ni hace cien. Pero tampoco en aquel frío otoño de 1982, en unos pedazos de tierra que flotan al sur del mundo.
Seguramente el tiempo no le alcanzará (paradojal, no?) Pero tenía – tiene- debilidad por las batallas perdidas…
Era tal vez el único en esa tierra desolada. Extrañaba como a nada a los suyos, pese a la paradoja de estar “acompañado” por ellos. Parte de sus conocimientos habían sido usados por otros provocando por fin este desierto. Nada le dolía más. Pero conservaba las esperanzas de volver a encontrarse con algún humano. Si venían, sabía que tenía que ser del cielo y no dejaría pasar esta última oportunidad. Con lo que quedaba de su laboratorio construyó un pequeño robot centinela que siempre miraría al cielo y le avisaría cuando ellos llegaran y que también los guiaría emitiendo señales, coordenadas y el momento exacto para arribar. Nada se le escapaba a la pequeña máquina que, extrañamente, a veces emitía sonidos parecidos a suspiros de la desesperanza.
Ocho horas diarias durante años repitiendo el mismo discurso. Su noviazgo terminó porque todo el tiempo le ofrecía promociones y descuentos a su prometido. Intentó con cirugía en sus pechos para postular a secretaria o recepcionista en la empresa, pero ya era tarde: sus ojos lucían cada vez más desorbitados y su cuerpo ya había tomado forma de teléfono. No pudo soportar la presión y finalmente, como era lógico, fue despedida por no cumplir con los objetivos. Se enteró por un llamado telefónico. Dicen que con la indemnización pretendía instalar un locutorio. Ya no estaba en sus cabales.
ukkbart: una obsesión con el tiempo...
Comencé a hacer objetos con forma escultórica, fabricados en metal reciclado, a modo de hobby hace unos 15 años. Al pasar el tiempo -palabra que frecuentemente verán en estos textos- me dí cuenta de mi necesidad de ver en tres dimensiones aquellos objetos de obras literarias que desde niño quedaron en mi memoria: Desde una lámpara del Capitan Nemo de Julio Verne hasta un prototipo de la máquina de viajar en el tiempo de H.G. Wells, pasando por mi admirado Borges, de quien tanto venero su cuento Tlön,Uqbar, Orbistertius, que trato de rendirle culto tomando uno de sus nombres para darle nombre a mis trabajos.
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